"Somos a un tiempo demasiado cultos y demasiado críticos, demasiado sutiles intelectualmente y demasiado interesados por los placeres exquisitos, para aceptar cualquier especulación sobre la vida a cambio de la vida misma".

Oscar Wilde.

"En mi religión no habría ninguna doctrina exclusiva; todo sería amor, poesía y duda. La vida humana sería sagrada, porque es todo lo que tenemos, y la muerte, nuestro común denominador, una fuente de reflexión. El Ciclo de las Estaciones sería celebrado rítmicamente junto con las Siete Edades del Hombre, su Hermandad con todos los seres vivos, su gloriosa Razón, y sus sagradas Pulsiones Instintivas".

Cyril Connolly






lunes, 6 de junio de 2011

Eugenio Trías - Prefacio a Goethe

Ficha técnica.

Título: Prefacio a Goethe

Editorial: Acantilado

ISBN: 84-96489-41-8

Fecha publicación: Marzo 2006

Plaza edición: Barcelona

Páginas: 140

Precio: 11 euros

Género: Biografía intelectual


Como figura estatuaria, cuasi olímpica, de caracteres míticos y perfiles legendarios, Goethe ha ejercido un influjo hipnótico, aunque desigual, en Occidente. Como mentor y emblema de la cultura alemana, paladín del género didáctico del Sturm und Drang primero y coloso del clasicismo mitopoietico en el periodo de Weimar después, ha sido objeto de los más diversos predicamentos, laudatorios la mayoría de las veces en aquel caso por su genio, denigrativos casi siempre en éste por su personalidad. Como autor de una obra titánica y omniabarcante, lo fue, a su vez, de los más dispares comentarios e inverosímiles glosas. Unos la elevaron al rango de producción canónica (Harold Bloom), otros la despojaron de su condición de obra universal (T.S. Eliot), todos la interpretaron como pedestal donde se proyectaba y cincelaba, a golpe de solemne, equilibrada y precisa prosa, una personalidad sin parangón en la historia de las letras. De modo que toda actual abundancia indagatoria en su biografía o en, lo que al cabo sería lo mismo, su producción literaria vendría a ser en gran medida redundante, pues de una u otra manera, en un lugar u otro, habrá sido ya consignada pormenorizadamente con pulcritud hermenéutica.

¿Consigue, con todo, escapar el presente ensayo de este círculo hermenéutico donde la redundancia exegética provoca un eco crítico cuyo lugar común más aliterado es aquel de la obra como marca de la personalidad del artista? En alguna, pero escasa, medida.


Eugenio Trías (Barcelona 1942) no debiera necesitar presentación entre los versados en filosofía del arte o de la religión, siendo, como es, uno de los pensadores actuales más reputado y considerado en ambas disciplinas, y casi de la filosofía a secas, de entre todos los filósofos no divulgativos del panorama nacional. De un saber enciclopédico, sistemático y unitario, de orientación marcadamente ontológica y enucleada en el concepto de “límite”, la suya es una obra que se erige ya como referente insoslayable de la filosofía española de las últimas tres décadas. Algunos de sus títulos, Tratado de la pasión (1978), Lo bello y lo siniestro (1981), Los límites del mundo (1985) o La edad del espíritu (1994) constituyen verdaderos hitos del pensamiento español actual. Su reciente obra monumental El canto de las sirenas (2007) está destinada a convertirse en un clásico de referencia obligada en la filosofía de la música.


Aunque el presente estudio comienza con una doble atenuación de su alcance intencional, contempla altas pretensiones . En efecto, en tanto “prefacio”, no se trata más que de un elenco de notas abocetadas sin ánimo de sistematicidad. En lo referente al “Goethe” presentado, lo es sólo para hispanoparlantes, sin ánimo de universalidad, pues las coordenadas hermenéuticas se circunscriben a lectores españoles, para los que Goethe es, según Trías, “letra muerta”. Pero el opúsculo pretende, sin embargo y contra lo declarado en la primera intención, subvertir buena parte de los tópicos que han sustentado aquella imagen olímpica del autor del Fausto. Tomando en consideración el conjunto de su genio frente a la habitual propensión hagiográfica que considera prioritariamente la anécdota caracteropática, Trías atiende al Goethe sencillo antes que al magnificente (Novalis), al sobrio antes que al vanidoso, al indiferente antes que al egoísta, al esteta antes que al (a)moral, al burgués burócrata antes que al bohemio, al sereno antes que al apasionado, al indeciso antes que al vocacional (Ortega y Gasset), al cínico frente al reaccionario, al neoclasicista, en fin, frente al romántico. Pues “el proyecto existencial de Goethe debe medirse desde la propia pauta «clásica» que lo orientó", llevando la comprensión de la existencia como arquitectura de sí mismo a su forma más alta y perfecta.


No obstante, toda esta labor está ya realizada, de alguna manera, por otros autores, aunque a retazos dispersos. El opúsculo de Trías se propone, como lo hicieran antes Thomas Mann en «Goethe como representante de la época burguesa» y Ortega y Gasset en «Goethe desde dentro», ampliar el horizonte interpretativo desde el cual poder juzgar la multifacética figura goetheana, vista casi siempre de forma reductiva a través de alguna de sus más sangrantes aristas. Pero fue Hermann Grimm quien ya en el tercer cuarto del siglo XIX introdujo la necesidad de no ceder a la unilateralidad de la característica singular para abogar por una visión orgánica de la personalidad de Goethe. Necesidad que promulgo también Federico Gundolf cundo proponía una visión integradora de Goethe como “la mayor unidad en la cual el espíritu germano se ha encarnado”. De modo que, en este sentido, la labor que acomete Trías siendo pertinente no es, con todo, inédita.


Pero el asunto de perfilar el dintorno de un carácter como el de Goethe se enfrenta, sin embargo, a molestos escollos hermenéuticos. Como en todo genio, la condición temperamental de Goethe no se deja apresar bajo fórmulas elementales. Goethe era arrogante, pero humilde; “tolerante sin ser indulgente”; soberbio y misántropo, al tiempo que afectuoso y sociable; rebelde en gran medida, aunque respetuoso; de aparente frialdad, y no obstante hipersensible. Esto lo asume Trías notablemente en su semblanza, pero muchos de sus aciertos descriptivos son préstamos devueltos a bajo interés, cuando no apropiaciones indebidas.


En uno de los ensayos dedicados a Goethe, Thomas Mann, penetrante y sobrio, puntualiza que su comportamiento no era excéntrico, sino cortés, sencillo, solemne y ostentoso. La nota dominante de su ser era el amor al orden, cuya condición negativa era la más significativa, ya que en lo privado huía de lo trágico, ante lo que mostraba indiferente, y en lo público de lo subversivo, ante lo que se mostraba repugnado. De aquí la tan consabida frase “prefiero la injusticia al desorden”. Informa, además, de su naturaleza omnicomprensiva, severamente juiciosa, más irónica que alegre, proteica y negativa, narcisista, sabedora de su privilegiada grandeza y aun del genio superior. Lo que no es, al cabo, sino un magnífico extracto de lo que Trías pretende ofrecernos in extenso.


Otro de los tópicos, que no por certero está menos hollado, y en el que Trías incurre con particular énfasis, es aquel que quiere medir el proyecto existencial de Goethe desde el ideal renacentista del uomo universale, algo sobre lo ya incidió, a propósito del escritor alemán, R. W. Emerson en sus Hombres representativos. Incluso el empeño de abogar por la índole eminentemente clásica de Goethe está expresamente tematizado por Harold Bloom en su bosquejo canónico. Quien además matiza: “en línea con Byron y Wilde es de esos raros personajes carismáticos que se convierten en escritores y cuyo tema casi único y recurrente es un hipertrofiado amor propio, comprendido bien como carácter, como personalidad o como genio, y que cristaliza en una religión del yo”.


Podríamos encontrar, sin embargo, un especial acierto en la propuesta del estudio que nos compete. La índole de un tal acierto estriba en su pretendida imparcialidad (si es que algo así fuese posible), al compadecerse bien con la imagen que Goethe quiso legar de sí. Se trata del llamado a la suspensión del juicio estimativo del personaje en el que encarnó la obra más grande de su siglo: “Evitaré –nos previene Trías- presentar un personaje aborrecible (…) pero asimismo olvidaré las versiones hagiográficas (…) como algo que no tiene por qué exaltarse ni denigrarse”. Aunque quizá, para encontrar la única definición absolutamente aséptica, exenta de juicios de valor, debamos recurrir al propio Goethe, cuando en su Viaje a Suiza trató de describir su íntima naturaleza declarando: “Un instinto poético siempre activo, siempre operante hacia el interior y el exterior, un instinto que da forma y condensación a todas las cosas, constituye el punto central y la base de su existencia. Cuando se ha comprendido esto, se resuelven todas las otras contradicciones aparentes. Por cuanto esta fuerza es inagotable, debe expansionarse hacia el exterior para no quedar sin un fin y objeto definidos, y porque no es contemplativa, sino práctica, tiene que obrar fuera de sí misma como una contrafuerza”.


Y es que buena parte de la problemática que encontramos en los enjuiciamientos de Goethe pasa por alto dos obstáculos hermenéuticos de profundo calado pero difícil percepción, y aun más difícil resolución: la cuestión de cómo juzgar el genio por un lado, y aquella otra de cómo hacerlo a expensas de la personalidad que los sustenta. Porque da la sensación de que vida y obra son en Goethe estados subatómicos de la unidad particular que constituye como hombre, entre los cuales se establece una relación de incertidumbre, de modo tal que no se puede determinar, justamente por las razones contrarias aducidas por los críticos, simultáneamente y con precisión arbitraria, esos pares de variables hermenéuticas, u otros análogos como puedan ser experiencia y poesía. Dicho en otras palabras, en la medida que queramos precisar la moralidad de un genio, tendremos que renunciar a comprender su condición artística; e inversamente, toda pretensión de estatuir la índole artística de un genio habrá de prescindir de cualesquiera consideraciones morales.


Estamos, en fin, ante un examen introductorio a la idiosincrasia del Goethe histórico en algunas de sus facetas más ignotas, que logra apenas revelar ciertos prismas de su polimorfismo inmenso; y lo consigue sólo al yuxtaponer o confrontar, no sin cierta desenvoltura, aquellas afirmaciones que otros han ido depositando en los anaqueles de la historia de la crítica. Un compendio útil, pero reiterativo, que no obedece, por lo demás, a un plan de arquitectura sistemática ni a prurito alguno de originalidad, sino, antes bien, al fruto de una paciente labor de sólida documentación, avalada por una solvencia académica de dilatada trayectoria. http://www.boosterblog.com/