"Somos a un tiempo demasiado cultos y demasiado críticos, demasiado sutiles intelectualmente y demasiado interesados por los placeres exquisitos, para aceptar cualquier especulación sobre la vida a cambio de la vida misma".

Oscar Wilde.

"En mi religión no habría ninguna doctrina exclusiva; todo sería amor, poesía y duda. La vida humana sería sagrada, porque es todo lo que tenemos, y la muerte, nuestro común denominador, una fuente de reflexión. El Ciclo de las Estaciones sería celebrado rítmicamente junto con las Siete Edades del Hombre, su Hermandad con todos los seres vivos, su gloriosa Razón, y sus sagradas Pulsiones Instintivas".

Cyril Connolly






lunes, 30 de diciembre de 2013

Phillip Blom: Encyclopèdie. El triunfo de la razón en tiempos irracionales

Si cupiera resumir un siglo en una obra, aun de factura colegiada, y ésta obra en uno sólo de sus autores; el siglo sería el XVIII, la obra, la Enciclopedia, y el autor, Denis Diderot.  Este es el lugar común que acota, abona y deja florecer, a lo largo de todo el ensayo, el historiador alemán Philipp Blom. Y aunque el doble tópico comporta un craso error de metodología histórica, se trata de un error magnífica y elegantemente desarrollado.

En efecto, destacar y patentar el marcado protagonismo de Diderot, sublimando su tenacidad, en el magno proyecto editorial que supuso la redacción de la Enciclopedia en el contexto adverso de la Francia de mediados del siglo XVIII es el propósito explícito de esta narración ensayística, cuya evidencia histórica es profusamente acreditada. Manifestar la importancia de la Enciclopedia, como libro de cabecera de dicho siglo, parece constituir la intención subrepticia del autor; algo, sin duda,  abiertamente más controvertido, para lo que no se aducen pruebas razonables. Y ello, además, en un esfuerzo orientado más hacia historiadores que hacia pensadores; lo que no se nos antoja un destacable demérito a tenor de la enjundia filosófica que suposo el celo del racionalismo ilustrado contra la superstición dogmática y el fanatismo religioso.

Expone perfectamente, sin embargo, Philipp Blom las intrigas conducentes a la planificación de la Enciclopedia, desarrollando las ulteriores vicisitudes de su progreso, las postreras peripecias de la conclusión y su definitiva publicación. A tal objeto, presenta el producto final enciclopédico como resultado sintético de dos fuerzas antagónicas que van desplegándose dialécticamente. Por un lado, aquellas fuerzas activas personificadas por sus protagonistas y benefactores; por otro, las netamente reactivas que simbolizan sus antagonistas y detractores.

En el primer grupo, defiende la labor capital de Denis Diderot, como verdadera causa motriz y máximo promotor de aquel monumento emblemático de la lustración, al tiempo que se relativiza la coautoría de D`Alembert, se justiprecia la significación de algunos colaboradores menores, y se ningunea, como mera implicación nominal en el proyecto, la aportación de Voltaire. Desfilan, además, otros personajes periféricos, que van adquiriendo relieve como valedores en la sombra del magno plan editorial: el proverso censor Malesherbes, el protector en Versalles abbe Bernis, el más íntimo amigo de Diderot, Friedrich Melchior Grimm; y toda aquella noble estirpe de salón al socaire de cuyo mecenazgo supieron estratégicamente guarecerse los escritores ilustrados: Madame de Pompadour, Barón d`Holbach, Madame d`Épinay y el Chevalier de Jaucourt.

Pero acaso sean los escollos interpuestos por las hostilidades jesuíticas y las hostigaciones jansenistas, como máximas facciones conspiradoras contra el espíritu secular ilustrado, lo que acabó convirtiendo aquello que debiera haber sido una empresa de ecuménica divulgación del conocimiento en un rosario de dificultades que, a no ser por el carácter profundamente honesto de la labor intelectual del más sesudo redactor de la Enciclopedia, hubiera acabado en estentóreo fracaso.

Y eso es lo que efectivamente comprende, expone y defiende Philipp Blom en un libro formidablemente escrito y excepcionalmente documentado, con un estilo ágil y ameno que, equilibrando con  notable destreza el relato histórico y el dato biográfico, acaso en detrimento del meollo especulativo, informa pormenorizadamente de los avatares del sedicente opus magnum dieciochesco, buscando erigirse en palmario tributo a la proeza intelectual, inasequible al desaliento, de su más sobresaliente artífice, Denis Diderot.

La lectura del ensayo de Blom, que por lo amable de su factura y lo perspicuo del estilo, debiera interesar a muchos; interesará, sin embargo y desafortunadamente, por la exhaustividad documental desplegada en torno a protagonistas parcialmente olvidos de la historia, a muy pocos. Y prácticamente nada a quien busque referencia justa de los principios ilustrados que informaron la Enciclopedia. Valga, sin embargo, el párrafo que sirve de obertura al libro como invitación moderadamente entusiasta a su lectura.

«La “gran” Encyclopédie de Diderot y D’Alembert no es la mayor enciclopedia que se haya publicado, ni la primera, ni la más popular, ni la que tiene mayor autoridad. Lo que hace de ella el acontecimiento más significativo de toda la historia intelectual de la Ilustración es su particular constelación de política, economía, testarudez, heroísmo e ideas revolucionarias que prevaleció, por primera vez en la historia, contra la determinación de la Iglesia y de la Corona sumadas, es decir, contra todas las fuerzas del establishment político en Francia, para ser un triunfo del pensamiento libre, del principio secular y de la empresa privada. La victoria de la Encyclopédie no presagió solo el triunfo de la Revolución, sino también de los valores de los dos siglos venideros» (p. 11).